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música para mis oídos


En 1980 fue cuando la música, que había sido muy importante en mi vida, como en la de cualquier adolescente, se convirtió más que en una necesidad, en una obsesión. Esperando a altas horas de la noche el programa Diario Pop de Jesús Ordovás en Radio 3, al que la gente que empezaba a hacer música llevaba una maqueta grabada en cinta. En pleno auge del pop español los grupos mantenían al bueno de Ordovás bastante ocupado porque salían grupos a patadas: Siniestro Total, Parálisis Permanente, Gabinete Caligari, Radio Futura, Los Nikis (los Ramones de Algete les dieron en llamar), Aerolineas Federales, Pegamoides,… La canción que me enganchó permanentemente los meses venideros al Diario Pop fue Ernesto, de los Nikis.

... ten cuidado con Ernesto,

te abrirá la cabeza con un tiesto...

Yo tenía una guitarra clásica. Desmontando un radicasete, soldando un cable al micrófono y llevándolo al preamplificador de la placa base conseguí hacer sonar aquella guitarra con sonido eléctrico, sonido que mejoró mucho al sustituir las cuerdas de nylon por una metálicas. Pero no era suficiente...

Little Richard. Johnny be good

Mi vecino Jose me negoció una guitarra Delfos de quinta mano en Musical Tommy (Gijón) por 15000 pesetas, una fortuna para mí. El primer amplificador de 25 watios fue comprado pieza a pieza en las tiendas de componentes electrónicos de Gijón, según disponibilidad económica. Yo era un electrónico principiante y, aunque no era torpe con las soldaduras, aquello sonaba realmente mal. Una visita a Santander sirvió para:

  1. la adquisición de un altavoz muy económico de diez pulgadas en un almacén, una mejora considerable en aquel primer amplificador, se podía subir el volumen de forma considerable sin llegar a inutilizar el altavoz.
  2. la visita a casa de mi tío Morales disparó mis habilidades de forma sustancial gracias a una serie de pequeños detalles

Sabiendo de sus conocimientos electrónicos (había sido técnico en Radio Santander toda su vida), me llevé debajo del brazo aquel amplificador y se lo enseñe — tío, esto no suena— Bajamos al trastero, aquel trastero era un taller de electrónica, tenía un Spectrum 48k y toda serie de artilugios y cacharrería variopinta, hasta una válvula de vacío de alta potencia de la emisora, tan grande como una botella de refrescos. En sólo media hora que estuvimos en aquel lugar maravilloso, me dio unas cuantas nociones de cómo mejorar la toma de tierra de las masas del aparato, y sustituir el cable normal paralelo por cable apantallado para aislar un poco más el preamplificador (la fuente de mis problemas de sonido).

David Bowie. Ziggy Stardust

Luego vino todo rodado, varios pedales de distorsión, un guagua, un delay y casi un echo (pero de aquella las memorias RAM que llevaba eran tan caras que desistí en su montaje), construidos a base de kits de Saleskit y de revistas de electrónica Resistor.

Tito & Tarantula. From dusk till down BSO. After Dark

Más adelante, un chollo que me ofrecieron en la escuela de industriales, un compañero que me apañó un bajo Fender Musicmaster tirado de precio (25000 pesetas, 150 €). Hoy se ha convertido en artículo de colección y se cotiza a unos 700€

No hace mucho desmonté la vieja guitarra imitacíon Les Paul, lijé la fea laca negra arañada y desgastada de tantos años de uso y la barnicé en color cerezo, cambié trastes y cordaje. Un amplificador Fender Mustang I de Musical Tommy ha dado a mi vieja guitarra un sonido tan brillante y desconocido que no he tenido otro remedio que poner los dedos otra vez en movimiento y empezar casi desde cero. Mis viejos torpes dedos (y la poca práctica) me limitan a acompañamientos y punteos sencillos. Pero a mi me suenan aceptables.

Echo & The Bunnymen. Killing Moon

Sustituí la imitación Les Paul de Tommy por una imitación Fender Stratocaster de Thomann, que es la que uso hoy en día.



Mi atracción por la música ha hecho que mi casa se haya ido llenando poco a poco de instrumentos: la vieja guitarra clásica se rompió en la última mudanza, pero sobreviven la Les Paul, la Stratocaster junto con otra electroacústica de Harley Benton, un bajo eléctrico, un violín, un piano de esos de arpa vertical como los de los saloones de las películas del oeste, un teclado Yamaha con el que Cristina ha progresado mucho, un acordeón con el que intenta sacar la melodía del Vals de Amelie, y un ukelele que es el que más enredado me tiene actualmente...

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