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encuadernación

La lectura es una actividad gratificante que sólo requiere de voluntad, tiempo y un libro.

La voluntad es un elemento que se da, a priori, por supuesto, pero esto no es del todo cierto porque el hábito de la lectura ha de ser educado desde muy pequeño, y mantenido a lo largo de toda la vida. En esto hay de todo, grandes lectores desde muy pequeñas edades hasta no lectores en absoluto, que sólo han leído por obligación, durante la escuela o el instituto, y que no quieren ni querrán leer.

Y ¿qué podemos decir del tiempo? el tiempo es ese bien escaso que a veces transcurre tan lento que aburre, y que en otras ocasiones se escurre por entre los dedos como el agua, ay! como el agua.

Limpia va el agua del río / Como la estrella de la mañana
Limpiaba el cariño mio / El manantial de tu fuente clara

como el agua / como el agua / como el agua

Camarón

Los libros son esos amigos silenciosos que llenan ese tiempo libre que separas de las obligaciones. Es fácil de reconocer su valía, pues bastan unas pocas páginas para decidir si se trata de algo que hay que dejar lejos, lejos. Pero, ¡ay! aquellos que atrapan tu atención, que secuestran tu voluntad y que no puedes dejar de leer hasta el final. Aquellos que como algunas películas, son tan buenos que vuelves a ellos varias veces en la vida y, aun sabiendo cómo acaban, cada vez que son leídos enseñan nuevos secretos y reproducen en el interior de tu espíritu una explosión de sensaciones, como también suele hacer la música. Son liberadores de endorfina, la hormona de la felicidad.

Pero escribo esta entrada no para animarte a leer sino para señalarte un aspecto relacionado con los libros al que pocos prestan atención. Y es que aun se puede dar una vuelta a la tuerca si, por mero placer, dedicas parte de tu tiempo a construirlos. Sí, a hacer libros.

No requiere de herramientas muy sofisticadas: bastan dos planchas de madera y un par de tornillos de apriete o sargentos que sustituirán decentemente a una prensa profesional; una pequeña sierra o un cutter, cartón y cola para las cubiertas; aguja, hilo, folios o cuadernillos para el cosido. Lo más complicado de este asunto, amigo lector, es llenar su contenido de material que merezca la pena conservar; unos dibujos, relatos manuscritos, un diario,... no sé.

José María Vallado ha hecho un importante favor a muchas personas a las que no conoce:
el de realizar un manual de encuadernación práctico y claro.

Juan Antonio Vallejo-Nájera

Es la encuadernación una disciplina antigua, un auténtico arte manual, un oficio que proporciona a las personas que la practican, al igual que lo que conocemos como hobbies o aficiones, un bienestar y una paz interior, un orgullo por el trabajo manual, hecho por tí mismo. Te animo a que encuadernes tus propios libros, de frrma rústica o a la japonesa, técnicas que sólo requieren de una serie de cortes en los lomos que se refuerzan con cuerdas y cola, o taladrando agujeros cerca del lomo y cosiéndolos con aguja y cordel. Con el tiempo descubrirás que estas técnicas tienen el inconveniente de no dejar abrir libre y completamente el libro, y desearás algo más profesional y duradero: el cosido.

Y, para qué escribir más, cuando todo lo que concierne a la encuadernación, materiales y técnicas está ya escrito en un pequeño librito, el Manual de Encuadernación de José María Vallado Menéndez. El prólogo, del Doctor Vallejo-Nájera es, en sí mismo, una introducción muy valiosa que merece la pena ser leída. A poco que busques en la red encontrarás un enlace a un pequeño pdf que no publico aquí, por el tema de los derechos de autor.



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